Puerto de Sevilla Siglo XVI

Puerto de Sevilla Siglo XVI
Puerto de Sevilla Siglo XVI

miércoles, 16 de febrero de 2011

Reportaje Marina


Y NOS DEJARON HUELLA


El rechinar del asfalto nos lo comunican, han llegado.
Rostros en los que se pueden leer mil emociones, nerviosismo, ansia, alegría, toman forma en mis amigos. El autobús para y se abren las puertas.
Aquí comienza nuestra historia.
La propuesta que unos profesores de instituto llevaron a cabo hace un año fue aceptada y galardonada. Un intercambio, Cartagena-Sevilla, Sevilla-Cartagena. Unas actividades, concursos, trabajos, excursiones… eso y poco más sabía yo de esto.
He de reconocer que no esperaba muy entusiasmada la llegada de los cartageneros, había rechazado formar parte del proyecto multitud de veces, cuánto me arrepentiría de ello.
Pero, volvamos a nuestro autobús, a ese reencuentro tan esperado, a transcribir cómo cambiarían mi vida esos días.
Comenzó a bajar un desfile de jóvenes, con sus hormonas revolucionadas, sus amplias sonrisas, sus cascos, camisetas de la selección, en definitiva, simples muchachos.
Algunas presentaciones, varios nombres, puede que demasiados para recordarlos todos: Noelia, Migue, Antonio, Edu, Jumilla, Lola, David, Elena, Andrea, Celia, Mario.
La tarde fue transcurriendo entre risas, canciones y recuerdos.
Todos se comportaban como amigos de toda la vida, que se reunían una tarde cualquiera. ¿Cómo podían llevarse así? No se conocían apenas. ¡Ni siquiera habían pasado seis días juntos!
Pero no fue hasta nuestro siguiente encuentro, mientras los veía correr de un lado para otro, cogerse a hombro o trabajar en equipo, cuando me sacaron la primera sonrisa.
Sin olvidar el “momento autobús”, en el cual nuestras desafinadas voces se unieron para formar un coro, no muy bueno sinceramente, pero, en definitiva, un coro que transmitía ALEGRÍA.
Después, ya libres, algunos se perdieron guiados por la “la señorita de Benacazón”, otros no fueron capaces de recordar lo ocurrido, muchos echaban de menos a algún ser querido o simplemente recordaban promesas.
¡Dios! Y aquí está, prestad especial atención, porque esto lo cambió todo.
¿Estar deseosa de verlos con alguna mariposilla en el estómago? No me reconocía. ¿Por qué? ¿Por qué no podían dejar de sonreír?
Y, después de todo el día esperándolos, aparecieron, menos David, que estaba en una plaza desconocida. Migue se compró su magnífica sudadera, y otros nos fuimos a ver tiendas.
Un poco de WII, unas pokemons rosas que perdían estrepitosamente, unas sonrisas inolvidables, unos abrazos únicos, mil fotos, dedicatorias, regalos, camisetas del Sevilla F.C.
Y fue, sentados en la Alameda, viendo las mismas imágenes que había presenciando durante las últimas setenta y dos horas, cuando comprendí que nunca volvería a estar allí, viviendo ese segundo, y me asusté. Por primera vez en mucho tiempo me sentía realmente viva, sonreía de verdad. ¡Genial! No hay otra palabra.
Esa noche no pude dejar de pensar en lo que pasaría al día siguiente. Sentía auténtico pavor ante el momento de la despedida. Pero era inevitable.
A primera hora, un partido de fútbol, algún berrinche en el campo, imitaciones de un supuesto Real Madrid, intento de jugadas memorables que otorgasen una alegría a “tu equipo”.
Luego Matemáticas, junto a Antonio y Jumilla, quienes me chivaron alguna respuesta. Disfruté de cada una de los que me parecieron escasos minutos.
Y… llegamos ya a nuestro final. Recuerdo con una precisión casi perfecta qué invadió mi corazón, qué emociones recorrieron cada palmo de mi ser.
Fotos, “¡Eh! Yo no tengo ninguna contigo.”; pulseras, “Te doy esta por esa tuya”; móviles, “¿Me das tu número?”.
Abrazos, besos, miradas silenciosas y, cómo no, esas pequeñas gotitas cristalinas que resbalaban por la gran mayoría de nuestros rostros.
El resto del día lo podemos definir con un gran suspiro, el que todos y ninguno podíamos explicar. ¿Cuándo nos volveríamos a ver? ¿Todo seguiría igual? ¿Quién le había gustado a quién?
Ahora llueve, y hace frío, ellos no están. ¿Quién queda cantando a toda voz? ¿Quién se perderá por Sevilla? ¿Quién insistirá a sus padres para que le permitan estar un poco más de tiempo con estos amigos ÚNICOS?
Esos días nos cambiaron a todos y nos dejaron huella.
Aunque sea difícil de comprender, yo, que estaba fuera de este intercambio, y sólo participando en contadas actividades, cuánto he podido llegar a emocionarme con su partida.
Hoy los echo muchísimo de menos. Estamos en contacto, hablamos diariamente y ya nada es lo mismo sin ellos. Ahora, incluida en el Proyecto, trabajo con la ilusión y la esperanzo de volverlos a ver.

Marina Yáñez García. 4º ESO B

No hay comentarios:

Publicar un comentario