Puerto de Sevilla Siglo XVI

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miércoles, 22 de junio de 2011

Memoria Marina

Memoria del Proyecto Cartagena puerto de culturas Sevilla puerto de Indias

Memorias de un recuerdo

Hace aproximadamente ocho meses que los vi por primera vez, a esos doce muchachos que venían de la antigua Carthago Nova. Y la historia que hemos compartido desde entonces, pese a que no es de las más largas cronológicamente, me ha dejado huella.

Las noticias que yo tenía de este proyecto cuando cursaba 3º de ESO eran escasas. Sólo conocía que se trataba de trabajos y actividades con un grupo de alumnos del IES San Isidoro de Cartagena (Murcia). Poco después supe de un intercambio y mis compañeros se marcharon para conocer a los chicos con los que había cooperado meses atrás y quienes les recibirían con los brazos abiertos y alojarían en sus propias casas.

No me interesé demasiado ni puse empeño alguno en preguntar cómo se lo habían pasado, pensaba que todo llegaba a su fin con ese viajecillo.

Comenzó el nuevo curso y todo transcurrió con normalidad, el reencuentro con los amigos, empezar a estudiar, dejar atrás el bienestar del verano…

Pero todo cambiaría el 19 de octubre, cuando los alumnos de Cartagena vinieran a Sevilla para pasar unos días.

Nuestro primer contacto fue, por decirlo de algún modo, frío y desconcertante. No los conocía en absoluto, y me sentía intimidada por lo diferentes que eran todos pero, pese a eso, lo unidos que parecían. Poco a poco fui conociéndolos, y, aunque estaban lejos, día tras día nos íbamos haciendo más amigos. Y después de todo lo vivido deseaba entrar en el Proyecto como fuese.

Juntos trabajamos, todos y cada uno de nosotros para que el intercambio que se avecinaba estuviésemos de nuevo todos los de siempre y poder seguir de ese modo compartiendo experiencias.

¡Y lo conseguimos!

Y llegó ese magnífico domingo en el cual, después de ver pasar unos veinte autobuses de diferentes viajes, al fin llegaron. Abrazos, sonrisas, mil emociones fluían por nuestro interior.

Llegamos a clase algo más tarde de lo normal, gracias a un permiso especial, y tras una cordial bienvenida nos enseñaron lugares privilegiados del Instituto, las antiguas maquetas del aula de Biología, libros maravillosos de hacía siglos, experimentos con la electricidad…

Dimos varias vueltas para mostrarles a nuestros queridos amigos cada magnífico rincón de nuestra ciudad. Pero todos deseábamos que llegara siempre la hora del almuerzo, esos riquísimos almuerzos donde, gracias más de una vez, a nuestras profesoras no nos quedamos con hambre, como la anécdota de los huevos fritos, ¡Dios cómo pesaron tantos huevos fritos!

También nos encantó la Yinkana por el Barrio de Santa Cruz, que nos hizo correr y

estrujarnos los sesos. El Puerto nos descubrió a todos, tanto sevillanos como cartageneros, los avances y nuevas tecnologías que lo hacían tan importante.

Recuerdo perfectamente el rostro de nuestras profesoras cuando nos vieron el segundo día a todos tumbados en el césped del parque de Los Perdigones, esperando entrar en la Torre, y, pese a que no hubo suerte y no pudimos disfrutar de la auténtica actividad, las vistas desde las alturas eran geniales.

Y nos marchamos, con miles de maletas y con los estómagos llenos después de un reconfortante desayuno.

Una vez en Cartagena la visita a La Mina creo recordar que fue lo más emocionante, aunque nuestro pequeño recorrido en barco fue divertidísimo y muy constructivo. Además, a mí que no conocía la ciudad, me encantó descubrir toda la historia y lo trascendental que ha sido dentro de su comunidad.

Personalmente, ha sido un viaje que me ha hecho madurar en muchas aspectos. Creo que ahora todos tenemos una parte de nosotros a unos 600 kilómetros. Todos y cada uno de los amigos y de las familias tan maravillosas que conocimos forman ya parte de nuestras vidas.

Ahora seremos nosotros los responsables de hacer que todo continúe.

Por último, dar mi más sincera enhorabuena a los profesores que han puesto tantísimo esfuerzo en el proyecto para que nosotros podamos disfrutarlo y vivirlo como lo hemos hecho. Horas y horas en las que han trabajado sin descanso para que en nuestros rostros se pudiera dibujar una sonrisa. Gracias de corazón a todos.

También a Alberto, nuestro acompañante, que nos ayudó en todo lo que pudo y más y se convirtió en uno más de nosotros.

Marina Yáñez García.

4º ESO-B.

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